7 dic 2010

La Doble Moral en la Sociedad Costarricense

Al referirnos de nuestra problemática como nación, hemos de comenzar por la cúpula misma de una sociedad tan deteriorada y autoritaria en la cual ya no vemos cómo nuestros problemas son resueltos; encontramos secretos a voces que nos golpean y, para mí, deberían producirnos indignación. Por supuesto, son pocos los que atacan este problema con profundidad en publicaciones, libros y diferentes textos; mucho menos, por un lado en la calle y por otro en su núcleo familiar.
     El problema yace en la misma educación recibida; o bien desde el momento en que tuvimos conciencia de nuestro alrededor. Por consiguiente, nuestra opinión sustenta un prejuicio muy arraigado y casi indestructible que nos impide desenvolverse de forma coherente en nuestros actos cotidianos y a lo largo de nuestras vidas. Todo esto repercute en nuestros familiares, persona allegadas y todos los que comprenden nuestro entorno. El comienzo de esta enfermedad se da cuando nos enseñan la definición del “bien”. ¿Y qué se considera bueno o malo? ¿Quién rige dicha definición? Pues claro, al ser un país cristiano y católico, en su mayoría, y creer  en su verdad única autoproclamada; no nos queda más sino usar este medio y religión para autentificar la definición que se nos imparte desde pequeños y poseemos memoria, la cual nos acompaña en todo acto.
     Ésta forma de educarnos tiene sentido hasta que se quiebra por si sola cuando se piensa en el pasado de su existencia y en los fallos y actos atroces que ha cometido. Nadie debate dicha decisión de confiar en la verdad que dicta y en lo que se considera bueno y malo porque tiene argumentos válidos que ayudan al comportamiento de nuestra sociedad, gracias al uso de un profeta llamado Jesús y un libro sagrado: la Biblia. Así que lo que se nos enseña, en la raíz, tiene un propósito eficaz; aunque tal vez no sea el verdadero, funciona como tal. Entonces, ¿qué provoca el “mal” y la ceguedad que poseemos ante él? La razón nace en un deterioro y confusión en lo que es verdad, dada por la pérdida de orientación. Las instituciones que rigen han perdido credibilidad por las contradicciones que han cometido. Los políticos con su corrupción, la iglesia con declaraciones que van en contra de los derechos como individuos, como sociedad. La exclusión que viene desde su principio nos hace pensar que lo bueno que sale de ella probablemente sea mentira, ya que no nos incluye, por ende, no nos compete.
       Retomando en el ámbito político, hago referencia a una declaración dada por el ex presidente, Óscar Arias. En ella habla de la homosexualidad y la anulación del celibato en los sacerdotes; incluyendo por supuesto el tema anteriormente tratado: la religión como verdad que nos guía. Sus palabras fueron, y cito: "Sigo pensando lo mismo que toda mi vida: los seres humanos nacemos y no es por elección que decidimos la inclinación sexual que tenemos, eso viene dado por Dios y por la naturaleza". Comparto totalmente su opinión, aunque admito que es una contradicción con lo que el pueblo cree y confía, y lo que el estado es, como predica y siempre ha establecido como religión y credo oficial. Pero lo fundamental de rescatar es que lo “bueno” no depende de religiones, sino de valores fundamentales que todas la religiones y personas comparten; el respeto a la integridad y dignidad humana.
      A partir de esta paradoja, por no conocer cuál es el camino, que nos lleva a deambular perdidos en nuestra sociedad, se da el problema a discutir: la doble moral. Vemos como los políticos y líderes religiosos comprometen nuestra confianza al burlarse de ésta haciéndonos creer en algo que se considera correcto y hacer lo opuesto. También podemos observarlo claramente en nuestra cultura y lo que especificamos como “identidad nacional”. El tomarse una copa vino pero no más de la cuenta. Para citar un ejemplo. Sólo si nadie se percate y en un ámbito dado por nosotros mismos para hacernos creer que es correcto. La no concordancia de lo que alguna vez se llamó tradición e idóneo para nuestra nación, llegó hasta el punto que falló por la vergüenza que nos produjeron aquellos que considerábamos nuestros “padres”; poniéndoles el nombre que nos identifique personalmente según nuestras experiencias, calles que nos condujeron a nuestra propia destrucción. No considero este hecho como correcto ni mucho menos, per doy a conocer una realidad que nos rodea y a la cual no podemos dar la espalda. Por lo contrario hay que erradicar y confrontar esta conducta, incluyendo a todos los individuos sin importar su sexualidad o credo y dar una verdad que nos identifique a todos para salir de una doble moral que nos hunde día con día.

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